Dieta endoscopicamente blanda
“Dejar de escribir sobre
el amor apaciguó mis pensamientos, necesitaba destruir los pasados sentimientos
al menos por un momento.
Debo admitir que ahora sufro y empiezo a pagar con creces mis aventuras inhóspitas, mis ocurrencias volubles, las advertencias de la culona y mí apasionada terquedad; pero no amigos míos, no hablo de amor, hablo de la necesidad más pensada, más sentida y más pedida, LA COMIDA”
Debo admitir que ahora sufro y empiezo a pagar con creces mis aventuras inhóspitas, mis ocurrencias volubles, las advertencias de la culona y mí apasionada terquedad; pero no amigos míos, no hablo de amor, hablo de la necesidad más pensada, más sentida y más pedida, LA COMIDA”
Negrura,
2016.
El 31 de diciembre del 2015 me realice una endoscopia ¿Endoscopia? Sí, ese procedimiento en el cual te meten un tubo por la boca que llegue hasta tu estómago !SORPRENDENTE! - Lo sé.
La experiencia más biliosa, pues les contaré lo que pasó:
Había vivido mucho tiempo
con este tormentoso dolor, la relación entraba a su cuarto Aniversario. Pensaba
seriamente que ya era hora de empezar a tomar medidas más drásticas. Me había
librado de que me realicen una endoscopia por primera vez a los 16 años y
sucumbí a mi poder mental recuperativo. No fue suficiente mi fuerza mental al
parecer, ese año, me pasé los últimos dos meses, hostigándome de leche de tigre
(uno de mis platos favoritos cabe resaltar), así un día en aquel mes de
octubre, empecé a comer ají, abriendo paso a la violación a mi laringe, ahora
la violo de otra manera.
Terminaban las clases y las ricas vacaciones estaban a la vuelta de la Esquina, Tingo me esperaba, el calor me esperaba. Cada noche las fiestas patronales que se celebraban en mi estómago eran más escandalosas, y cada mañana levantada más hinchada y sin hambre.
Terminaban las clases y las ricas vacaciones estaban a la vuelta de la Esquina, Tingo me esperaba, el calor me esperaba. Cada noche las fiestas patronales que se celebraban en mi estómago eran más escandalosas, y cada mañana levantada más hinchada y sin hambre.
A mis 20 años ya estaba en la cúspide de
mis berrinches estomacales, en cuatro años había conseguido en mi estomago lo que muchas
señoritas a sus 17 años ya lograron pero con chicos. Mis aventuras
universitarias no eran más que satisfacer mis papilas gustativas, cada vez que salía
de clases o del comedor solo pensaba en ir a empujarme algo con mucho limón en
el puesto de merly, un juanecito en la seño de la carretilla “los agachaditos”
o simplemente prepararme ensaladas de lechuga y atún con harto limón ¿Es que
acaso existe otra mejor forma de comer la ensalada? ¿Y es que acaso no dije que
salía del comedor? Si, reservaba mucho espacio en mi salida.
El poco tiempo que llevaba
en mi cubil felino, me esmeraba por pasar más tiempo en mi baño inconscientemente.
Debo decir esta fue la relación más toxica que pude tener en mi vida, ni la que
viví con el ex fue tan larga y martirizante, pero como nada dura para siempre
en 9 meses se venía nuestra primera separación. Ese mismo año ya parecía un
palta negra, era un centro de dolor andante, así que me decidí por ir al
conciliador o sea el gastro; gracias a él, pasé mi año nuevo comiendo pollo
sancochado con camote y no me puedo quejar puesto que siento un gusto muy
peculiar por las comidas solo sancochadas y sin gusto, fui amaestrada por esa
comida desde muy pequeña, desde que a mi Sheggue se le daba por cocinarnos;
pero a pesar de todo era muy triste ver como alado mío se empujaban una mezcla
de comida navideña.
Después de tantos años de
relación al fin le pude poner nombre a ese que estaba tan aferrado a mí, que se
acostaba conmigo, que caminaba conmigo, que comía conmigo, que se divertía
conmigo, HELICOBACTER PILORY se llamaba, de cariño le empecé a decir Lory.
Pasé
de comer barbaridades a drogas, ¡sí! fármacos ricos en malestar, de una
pastilla para controlar los gases hasta 10 pastillas diarias ya que el primer
tratamiento no había funcionado y en menos de 40 días me metieron el tubo
nuevamente.
-¡CONFIRMADO SEÑORA! Le
dijo el doc. a mi Sheggue
Su hija tiene Lory en grado
tres y además segrega mucha bilis.
Siempre
andaba peleándome en mi facultad ¿que no voy a segregar mucha bilis?
Como
les decía, ya que no funciono el primer tratamiento el conciliador me mando una
lista útil de drogas que poco a poco pondría fin a esta mala relación, aún
recuerdo esa rica combinación que venía en una pequeña caja e incluía cuatro
tabletas, cuatro pastillas para mi
desayuno y otras cuatro para mi cena durante 20 días, acompañado con 2 tabletitas
de amoxicilinas durante el almuerzo ¡Ay¡ qué días aquellos, fue como andar
borracha, pero lo que más me dolió fue todo lo que me costó económicamente esta
separación, bueno con el tiempo me di cuenta que eso me pasó en todas mis
relaciones, lo único que me aqueja al final, es todo lo que gasté.
Después
de dos meses de intensa sedación, tortura con el tocosh y mucha muñá, al fin
empezaba a sentir que Lory y yo nos alejábamos, era como haber perdido la
memoria alimenticia, ahora solo debía comer lo que decía en mi dieta y como lo
único que sé es preparar sopa, me mandé
todo el 2016 a punta de sopa sin sal.
Ese era el mejor acto heroico si alguien quería demostrarme su amor, tomar mi
sopa y decirme que estaba rico.
Durante todo este tiempo era como un menú de
govinda en una buffet de comida criolla, sabía que en algún momento sucumbiría
a la tentación de satán y su rica comida, pero en los espacios vacíos de mi día
debí ir a intoxicarme en el comedor universitario, a comer el estofado de
chancho, la pachamanca de pescado y la mazamorra de leche con chuño, tampoco
voy a exagerar mucho tenía su sazón pero no para una desadaptada de la sociedad
alimenticia, tan solo al terminar de tomar la mazamorra de leche ya vomitaba o
me empapuzaba porque me había vuelto intolerante a la lactosa, o los días en
que solo tenía que comer el arroz porque jamás me gustó el chancho, pero como
no todo era malo lo mejor del menú siempre fue la sopa.
Ya llevaba
aproximadamente 6 meses sin probar un ceviche (con lo que me gusta), perdí la cordura
el mes de agosto, ignorando las reglas me inmolé y fui a sentarme en la
carretillita de Merly, le pedí mi leche de tigre y ella solo atinó a
responderme ¿Cómo siempre no?, realmente sentía que esta mujer me leía la
mente, era increíble esa pequeña conexión; ese vaso me regalaba sonrisas, su
contenido estaba hechos de pedacitos de mí, solo camote, sin cebolla, harto pescado
y su yuyito respectivo. ¡Lo sé!, que pésimo ejemplo de recuperación, pero yo
quería vivir al máximo, éramos como una relación prohibida.
Poco
a poco volví a incorporarme a la sociedad y con ello volvería mi relación tóxica;
el desmandarme sutilmente, hacía que Lory me buscara en aquellas ocasiones, su
compañía se aproximaba siempre con nauseas, dolores intensos, vómitos y
diarreas; como una descripción exacta de su síntomas, desde entonces empezamos
a llevar una relación como la que yo llevo con mi padre, solo aparecía para
joder, la diferencia era
que Lory si me quería; aprendí a vivir con Lory y éramos unos amantes ocasionales.
Para el 2017 yo ya estaba preparada para un amor real, ese año puso fin muchas
cosas en mi vida y empezó mi aventura maravillosa en el amor, lo sé amigos dije
que no hablaría de amor pero es que “Make
it with you”, Bread empezó a sonar y simplemente imagino a mi camarada; era
mi último año de comedor, las cosas se ponían mejor y ahora ya podía evitar el
dolor con unas cuantas ampollas; al parecer siempre fui de esas personas que no
come mucho, pero en realidad trago como si no hubiera un mañana, como diría mi
Sheggue “como en porciones, pero a cada
rato para no engordar”, la clásica.
Actualmente
tengo esta relación moderna, puesto que mi camarada y yo, ahora compartimos a
Lory, lo genial es que esta aventura gástrica la vivimos por dos.
Alimentarse
saludablemente es de vital importancia pero
también es muy jodido cuando no sabes cocinar, tienes que pagar por ella o
simplemente hacer lo que yo hago, comer solo lo que sabes preparar, pues al
final como dijo Ludwing somos lo que comemos y yo soy un plato de sopa de pollo
sin sal, que le encanta pecar con un cevichón.
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